Escuché a Andreu Buenafuente decir que se emocionó en el cine viendo Érase una vez en… Hollywood. Y no era porque la escena en sí le produjera síndrome de Stendhal, ni porque haber ido al cine fuera una ocasión especial en este fatídico año, fue antes del confinamiento, aclaro. La emoción le embargó porque viendo la película se dio cuenta de que a Tarantino se le deja hacer lo que le dé la real gana. Ha llegado a un punto en que no hay un productor, ayudante de dirección, o lo que sea, que le diga “no, esta secuencia es demasiado larga”, “esto no se va a entender” o “no le va a gustar a la gente”.
Tarantinos creativos
Pig Bull, We meow you, Mordiscos por la inclusión y otros derroches de creatividad que conquistan nuestros corazones roedores.